Hay muchas formas de leer un libro. Y no me refiero a una u otra forma física de entregarse a la lectura. Por un lado, hay gente que se separa de todo el mundo, apaga cualquier fuente de sonido, se acomoda en el sofá y con una parsimonia bien conocida abre el libro... Por otro lado, hay quienes, todo lo contrario, leen fuera de casa. Se meten en una cafetería, biblioteca, se sientan en un banco cerca de casa o incluso prefieren ambientarse en el parque, bosque o a la orilla de un lago combinando el texto con múltiples señales del ambiente que la enriquecen. Todo vale.
Como nos toca vivir en ya bien entrado el sigo XXI con sus avances tecnológicos que nos brinda, disponemos de otra posibilidad para familiarizarnos con la creación literaria. Los llamados audiolibros suponen una alternativa para la lectura tradicional. Tienen su ventaja: uno puede leer corriendo o leer de noche mirando las estrellas, durante un viaje en tren... ¿Desventajas? Uno: el intérprete que lee te impone su interpretación del texto. Dos: la voz del mismo te puede resultar agradable o no. Ambos casos interfieren en la recepción del libro…
Finalmente, suele ocurrir entre familiares o amigos, que dos o más personas leen en el mismo tiempo. Es entonces cuando nace una forma de lectura más. No resulta raro que alguien corte el silencio y diga:“¿te puedo leer algo?”Parece una combinación de lectura tradicional, audiolibro e interpretación en vivo con la participación de todos los presentes. Otra vez, si es un conglomerado de tantas formas de leer, ha de englobar sus ventajas (y vicios). Así empieza algo más que una simplelectura en común. No es que uno se limite a leer y los demássolo a escucharla en devoto silencio. El texto es apenas un punto de partida, un pretexto para una charla, digresiones, comentarios o un constructivo intercambio de ideas. Total, la sinergia en su forma pura.
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