Escritores, escritores por todas partes… En esta profesión nada está codificado, o sea, cualquiera puede publicar lo que le susurra al oído su musa. Sin límites. Literalmente. Para mí, sería interesante enterarme de la verdadera intención del autor, saber hasta qué punto lo que escribe es fruto de su visión artística y hasta qué punto es fruto (esta vez ya podrido) de su ignorancia, descuido, azar o estupidez. Lo que me hace reflexionar sobre el problema en cuestión es un viejo libro que estoy leyendo. La novela se titula “La Colección Tetramachus. Robo en los archivos secretos del Vaticano” de un tal Philippe van Rjndt, publicado en España por la casa editorial Grijalbo en 1978.
Es una novela más bien de acción, de espías, de agentes dobles, triples e incluso cuádruples rozando estas, tan populares en nuestros días, teorías de complot. En principio el libro resulta un ameno entretenimiento, pero merece un reproche. Ya me explico.
El lector no puede esperar una exactitud histórica en cuanto a los hechos descritosporque simplemente no la hay. Y no la tiene que haber, que al fin y al cabo es una novela de ficción. Tampoco hay problema cuando se trata de personajes inventados. No cuesta mucho verificar su inexistencia, como es el caso de personajes totalmente ficticios que aparecen en el libro: no hubo en el siglo XX, por ejemplo, un papa llamado Urbano XI o Claudio III. No pasa nada.
Sin embargo, me sorprende la falta de respeto hacia la Historia que se nos ofrece en las últimas páginas del capítulo III del libro. Se menciona al ex primer ministro polaco que se llamaba Gomulka y sus gobiernos de mano de hierro a partir de “la liberación de Polonia”, o sea en 1945. El problema es que aquel hombre llegó a lafunción del jefe de Estado en 1956. Bueno, el libro fue escrito cuando Internet todavía no existía y cuando poca gente tenía una enciclopedia en casa...
No obstante, lo que más me ha disgustadoes la fecha del estallido de la Segunda Guerra: 1938…
¿Por qué me ha disgustadotanto el hecho? Porque en el siglo XXI desfigurar los hechos sirve para influir en otros, para engañarlos o para lograr objetivos políticos de forma ilícita. Y esto ya empieza a ser cosa extremadamente seria. Si de forma abierta se cuestiona descaradamente un hecho bien conocido de todos, mentir en lo pequeño, llega sin pestañear. Para mí estas prácticas se parecen demasiado alfakenews o a la posverdad y es peligrosísimo… ¡Estemos alerta!
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