Ayer, como de costumbre, a la hora de desayunar abrí el periódico que suelo “hojear virtualmente” entre un bocado y otro sorbo. Y como de costumbre, primero la portada, luego Ciencia y para el postre Cultura... Me llamó la atención un artículo “Internet y la actualidad potencian los libros cortos” (AQUÍ ENLACE).
Ya llevamos varios años comentando el fenómeno de lo corto y/o de lo instantáneo. Es algo que la tecnología informática fomenta y parece que no hay vuelta atrás. Es preciso subrayar que esto no se refiere solo a la literatura, que es algo omnipresente en cada vez más espacios de la vida. Entonces, como estaba yo de acuerdo con el título, que parecía lógico, en el primer instante decidí saltarme el texto por lo alto, pero entonces mi vista se posó en un libro recién comprado que estaba al lado de la taza, un tomo bastante voluminoso, si se puede decirlo de la primera parte de las tres que cuenta casi mil trescientas páginas (sí, mil y piquito). Por suerte lo está leyendo mi esposa…
Sin embargo, algo me hizo reflexionar: por un lado “libros cortos” y por el otro mil trescientas páginas a mi lado. Algo no encajaba. Empecé la lectura.
Es verdad que prácticamente todo lo que subimos a internet tiende a ser breve, lo más breve posible. ¿Será por las exigencias del público cada vez más impaciente y sediento de novedades? ¿Será por la moda que viene y va? No sé. En el texto se dice que es un proceso algo parecido a lo que sucede con el sector cinematográfico, o sea, donde cada vez más gente elige series que películas. Puede que sí, pero al pensarlo bien, seguir una serie consume más tiempo que una peli. Con otras palabras, para mí esto va en contra de la tendencia librera donde el lector selecciona una obra que le quita menos tiempo. Otra divergencia.
Al fin y al cabo, conforme un requeteconocido lema que reza “Leo, pienso...”, después de la lectura me vino una idea (fruto de un arduo proceso de pensar): ¿alguna vez he elegido un libro mirando solo su grosor? No lo recuerdo. Ah, mirando solo su cubierta sí… eh...
Sería interesante saber qué es lo que os hace elegir un libro u otro: ¿su volumen y nada más?
¡Que la lectura os acompañe!
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